martes, 30 de octubre de 2012

El orden no altera el producto




Encontrar pareja a través de internet presenta una serie de interesantes diferencias con respecto a encontrar pareja de la manera tradicional. Una de ellas es el orden de los sentidos que intervienen en la atracción entre dos personas.

En un caso de flechazo a la manera clásica intervendría primero la vista, seguida de cerca por el oído. Es muy probable también que sepamos antes cómo huele la persona que nos gusta antes de averiguar incluso cómo piensa, o que notemos en la mejilla su tacto antes o al tiempo de conocer su nombre. La persona conocida de esta forma nos entra en tropel a través de casi todos los sentidos, y no es hasta un tiempo después –ya muy probablemente atraídos de manera irremediable por esa persona- cuando empiezan a tener lugar las conversaciones, las confidencias, los puntos en común, etc.

Encontrar pareja en la red, en cambio, nos priva de la intervención de unos sentidos y limita de forma considerable otros. Es cierto que podemos acceder a alguna foto o material audiovisual de la otra persona, pero sin la inmediatez, espontaneidad e inclusive sin la interacción que nos permitiría un encuentro real. Dicho de otra manera, no nos hacemos una idea exacta de cómo es y se desenvuelve una persona en el plano físico y social si no la tenemos delante.

Y entonces resulta que empezamos la casa por el tejado, esto es, primero van las conversaciones, y luego en todo caso dejaremos intervenir al oído antes de decidir si le damos una posibilidad a tacto y gusto.

Conste que  esta variación respecto del sistema tradicional de encontrar pareja no tiene por qué ser peor. Antes bien al contrario, permite en muchos casos saber que dos personas son compatibles antes de decidir si además hay química entre ambas, lo cual es positivo, sobre todo en relaciones que se plantean a largo plazo. Eso sí, hemos pasado de los tiempos en que una persona que nos atraía en primera instancia se nos caía del pedestal en cuanto abría la boca a que alguien con quien nos pasaríamos horas hablando deje de gustarnos por no encajar dentro de nuestros parámetros estéticos, lo cual como mínimo pone de manifiesto nuestra triste condición de entes superficiales y frágiles en manos de los dictados de nuestros más básicos instintos.

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