Encontrar pareja a través de internet presenta una serie de
interesantes diferencias con respecto a encontrar pareja de la manera
tradicional. Una de ellas es el orden de los sentidos que intervienen en la
atracción entre dos personas.
En un caso de flechazo a la manera clásica intervendría
primero la vista, seguida de cerca por el oído. Es muy probable también que
sepamos antes cómo huele la persona que nos gusta antes de averiguar incluso
cómo piensa, o que notemos en la mejilla su tacto antes o al tiempo de conocer
su nombre. La persona conocida de esta forma nos entra en tropel a través de
casi todos los sentidos, y no es hasta un tiempo después –ya muy probablemente
atraídos de manera irremediable por esa persona- cuando empiezan a tener lugar
las conversaciones, las confidencias, los puntos en común, etc.
Encontrar pareja en la red, en cambio, nos priva de la
intervención de unos sentidos y limita de forma considerable otros. Es cierto
que podemos acceder a alguna foto o material audiovisual de la otra persona,
pero sin la inmediatez, espontaneidad e inclusive sin la interacción que nos
permitiría un encuentro real. Dicho de otra manera, no nos hacemos una idea
exacta de cómo es y se desenvuelve una persona en el plano físico y social si
no la tenemos delante.
Y entonces resulta que empezamos la casa por el tejado, esto
es, primero van las conversaciones, y luego en todo caso dejaremos intervenir
al oído antes de decidir si le damos una posibilidad a tacto y gusto.
Conste que esta
variación respecto del sistema tradicional de encontrar pareja no tiene por qué
ser peor. Antes bien al contrario, permite en muchos casos saber que dos
personas son compatibles antes de decidir si además hay química entre ambas, lo
cual es positivo, sobre todo en relaciones que se plantean a largo plazo. Eso
sí, hemos pasado de los tiempos en que una persona que nos atraía en primera
instancia se nos caía del pedestal en cuanto abría la boca a que alguien con
quien nos pasaríamos horas hablando deje de gustarnos por no encajar dentro de
nuestros parámetros estéticos, lo cual como mínimo pone de manifiesto nuestra
triste condición de entes superficiales y frágiles en manos de los dictados de
nuestros más básicos instintos.
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