martes, 4 de diciembre de 2012

Crónica de un fin anunciado


Cada pareja, dicen, es un mundo. Pero también es cierto que casi todas las parejas se rijen, a grosso modo, por una serie de reglas comunes que conforman un escenario más o menos reconocible. 

Una de ellas es la que reza que uno de los dos miembros de la pareja suele ser el que alberga la casi totalidad de las dudas sobra la viabilidad de dicha pareja. Esto conllevaría que mientras uno da todo por supuesto -su amor por su pareja, el amor de ésta hacia ese uno, la falta de alternativas o incidencias previsibles que pudieran deteriorar a corto plazoo su relación- el otro amanece cada día con el temor a que su pareja le sea arrebatada, a que cada palabra sea el principio de las últimas palabras que entre lugares comunes pondrán fin a su historia de amor. 

Sería fácil apostillar que el que más teme es el que más ama, pero no olvidemos que el que más teme es también el que más duda. En el fondo -quiero creer- se trata de una postura distinta ante la vida.

Hay personas capaces de pasar en cuestión de días del quiero encontrar pareja al temo perder a mi pareja. No es que quieran más o quieran menos, es meramente que les estimula más la posibilidad de la pérdida que la emoción sostenida de lo conseguido y lo venidero. Quieren desde la angustia, se interesan desde la sospecha, tiñen el presente de las peores neblinas futuras. No te piden que les acompañes, sino que no les abandones.

Sucede entonces por esa regla no escrita a la que hoy quiero referirme que tras encontrar pareja uno se limita a querer y otro se obsesiona en no perder, y la cuestión no tendría mayor trascendencia si no fuera porque -y esta es una regla no escrita de la vida en general- el pensamiento negativo acaba imperando sobre el positivo, y al final el que sólo quiere querer suele acabar siendo acusado de dejar morir con su despreocupación la relación de pareja.Y el otro, liberado al fin de sus dudas, vencedor en la derrota, se arrogará el papel de garante de ese amor que siempre puso en duda y, en su pírrica victoria, zanjará la historia de amor con un "ya te lo dije". Y al día siguiente intentará de nuevo encontrar pareja por cuya pérdida anunciada sufrir.


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